Hoy me gustaría hacer una reflexión acerca de una estrategia detectada a lo largo de mi corta experiencia sindical pero que vengo observando de forma continua en mi ya dilatada vida laboral . Esta estrategia consiste en minimizar la carga personal en todas las decisiones que afecten a la plantilla de cualquier empresa, y crece exponencialmente cuanto más alto es el número de personas que trabajan en una compañía. Es decir, convertir a las personas en números.
En empresas pequeñas es más difícil que las personas encargadas de tomar las decisiones que afectan a la plantilla, sean capaces de abstraerse de sus situaciones personales, ya que hay más cercanía; almuerzan juntos, en muchas ocasiones trabajan codo con codo y eso une mucho. Aunque intentes convertirte en El Increíble Hulk o en un killer sin alma de la Yakuza, a la hora de tomar decisiones en contra de los intereses de la plantilla, ese día a día hace valorar más a la persona y hace mucho más difícil la cosificación del trabajador, la perversa transformación de un trabajador a un número.
La cosa cambia cuando formamos parte de una plantilla con un número ya importante, no digamos ya con una deslocalización muy marcada donde cada uno trabaja en la sede de un cliente, y como es en nuestro caso, formando parte de un sector con poca tradición en lo sindical.
En estas empresas, las personas encargadas de tomar las decisiones que afectan a la plantilla, tanto de forma conjunta como individual, usan este tipo de estrategia. Una de las acciones que se llevan a cabo dentro de esta estrategia, consiste en liberar de la carga personal a la persona, lo que conlleva una deshumanización del trabajor/a, obviando que tras la persona despedida se encuentra la vida del despedido, las personas con las que compartimos nuestras vidas y toda una amalgama de afectos y necesidades que tenemos por costumbre desarrollar las personas en nuestro día a día. Esto hace que sea más fácil tomar ciertas decisiones.
En estas empresas, las personas encargadas de tomar las decisiones que afectan a la plantilla, tanto de forma conjunta como individual, usan este tipo de estrategia. Una de las acciones que se llevan a cabo dentro de esta estrategia, consiste en liberar de la carga personal a la persona, lo que conlleva una deshumanización del trabajor/a, obviando que tras la persona despedida se encuentra la vida del despedido, las personas con las que compartimos nuestras vidas y toda una amalgama de afectos y necesidades que tenemos por costumbre desarrollar las personas en nuestro día a día. Esto hace que sea más fácil tomar ciertas decisiones.
Se entiende mejor con un ejemplo:
Quiero despedir a una persona para ahorrar costes, pero cuando hablo con esa persona no le digo que es por él/ella sino que podría haber sido cualquier otro/a, obvio su situación personal, su nombre, todo lo que hay detrás de él/ella y las consecuencias que va a tener ese despido. Hago que para mí sea un simple número, “el trabajador 125”.
Con todo esto consigo convencer a “el trabajador 125” de que no soy una mala persona, que no tengo la culpa, que hay un ente superior, una fuerza que está por encima de todos nosotros que hace que las cosas sean así y no podamos hacer nada para solucionarlo. Así tendré la conciencia tranquila y podré olvidarlo rápido para poder volverlo a hacer las veces que sea necesario al servicio del capital y del ahorro de costes.
Nada más lejos de la realidad. Esta es la gran mentira de “el trabajador 125”
A este/a trabajador/a se le somete a una tortura psicológica porque no sólo tiene que asumir su despido sino que tiene que entender a la persona que le despide. No podemos, no debemos permitirlo.
Debemos enseñarle a esas personas que nos presionan con números, objetivos, despidos, recortes de salario, etc. Que nos lo hacen a nosotros, la persona con toda nuestra situación personal detrás, nuestras hipotecas, nuestras letras por pagar, nuestras parejas en paro, nuestros hijos/as a los/as que alimentar, y no dejarle nunca infravalorar nuestros servicios prestados, con los que nunca ha estado descontento mientras ha ganado el dinero deseado con nosotros.
No les dejemos, mantengámonos juntos/as, sindiquémonos, pidamos ayuda si es necesario, no les demos la razón, no permitamos la gran mentira de “el trabajador 125”.